Hoy me desperté más enamorada que nunca,
intenté levantar las anclas que cubren mis ojos
pero fue inútil,
el mar inmenso que eres las tenía atrapadas
en un socorrido grito de sirena muda.
¿Qué delito hubieron cometido mis ojos
que el castigo ha de ser perder tu mirada?
La pregunta se ahoga entre el intestino y el estómago,
la añoranza de tu respuesta divaga en el vaivén
de un tiempo que siempre está por venir,
siempre brújula perdida, siempre en altamar.
Lo que me llena es la angustia de tener que decidir
si alejarme de tu rostro para recuperar la vista
o quedarme a tu lado cegada por tu recuerdo.
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