Pensé
en arrancar de mi pecho
lo que tu enseñanza implica.
Pensé
en tomar cicuta
y acabar con el ardor
que urge en mi manzana de pecho.
Anhelé tomar por las manos a Apolo,
Sentirme su hermana
Y juntos
perdernos en el bosque de los deseos.
¡Quise ser como tú!
Hasta que sentí el látigo de tu desprecio
que se reflejaba en el espejo de mi iris
y tu venganza alcanzó mi vientre: seco.
Pensé que aunque diosa eres
la soledad es tu acompañante al banquete de la vida.
No importa cuanto tengan los dioses,
Siempre anhelan lo de los mortales.
Pensé entonces en lo vacío de su existencia,
dejé de temer
Y no volví a desear ser como tú,
No volví a pensarte,
te dejé morir cuando te olvidé.
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