El humo aún borbotea de mis manos, las comisuras que ha un momento tocaron tu cuerpo en una despedida, un destello de tiempo que esperaba eterno; calidéz que durará hasta que el sueño decida vencer a mi cuerpo en un letargo anacrónico, con imágenes que revolotean en mis sentidos, los te quieros que se repiten vagamente en mi memoria, aquella lejana copa com-partida, ese halo de yogurt avellanado emitido por la embriaguéz.
Despierto, solsticio de chocolate que llena el espacio entre mi cuerpo y la ventana; otra vez la soledad, esa distancia de un par de puertas etereas que separan mis comisuras de tu sombra.
Volver a tocarte como fin, como principio; repetición eterna en la memoria de mis labios; sonrisa que se esfuma cada vez que la puerta se cierra como promesa de abrirse nuevamente en cuanto la vigilia te incite a levantar tu cuerpo de esa cama que te separa de mi abrazo.
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