domingo, 2 de mayo de 2010

¿Ser mujer?

Hace mucho que no me preocupaba la situación que tengo en el mundo, hace ya mucho que la asumo como algo natural, inalterable, pero es ahora cuando la duda vuelve a mi cabeza y me aja las ideas, me rompe los brazos en un palpitar constante; ¿Qué pasa con las féminas en este nuevo siglo?

Y la respuesta queda en el aire como polvo que se levanta y daña, pero no es bienvenida la respuesta. Las agresiones continúan tanto por el sexo opuesto como por las congéneres; cientos de mujeres deformando su cuerpo, cubriéndose con lo que tengan a la mano para evitar ser víctimas de agresión en la calle; montón de rollitos en los costados, en donde debería haber una cintura, se cambian los escotes y las faldas cortas por un cuello alto, una playera y un pantalón más bien holgado, arriesgándose a ser violentada por no cumplir estereotipos de belleza impuestos por los medios de comunicación.

Ser mujer siempre tuvo sus ventajas, pero en ciertos momentos parece más una maldición. Y es que si las mismas autoridades se atreverán a decir que las mujeres son violadas porque ellas lo provocan, porque ellas incitan a los hombres con una cara de terror que el agresor confunde con deseo, entonces si, queridas, estamos perdidas, perdidas en una anacronía, en la falta de respeto, en un mundo en el que aún entre nosotras nos hemos acostumbrado y enseñado a vernos como objetos simulando ser algo más, porque las agresiones principales inician por las congéneres ¿ya se olvidó la lucha aguerrida por el derecho al voto? ¿La desencarnada aventura que ha tenido que sortear nuestro género para poder ser consideradas en un mundo con estatutos implementados por y para hombres?

Y grito mi pregunta al tiempo sin esperar una respuesta, ni yo misma puedo mirarme al espejo sin sentir rabia por los patrones de pantalones heredados, sin embargo no es que haga mucho, me relaciono como aprendí a hacerlo, luchando por que se escuche mi voz como cualquier otro ser humano, fingiendo no escuchar las agresiones en la calle cuando disfruto usar una minifalda, asumiendo que tengo piernas, nalgas y senos y que por más que los oculte, no voy a hacer nada para evitarlos, tampoco es que quiera evitarlos, tal vez a veces apelar a la educación que se asume debería haber, a un respeto que cada vez se hace más intangible en un mundo en donde la agresión es acto cotidiano.

Y ¡que viva Lacan cuando dice que “la mujer no existe”! Si aprendiéramos a entender que al no estar atadas a un significante fálico no estamos obligadas a entrar en una lucha de poder, tal vez si en lugar de buscar parecernos a los hombres renunciando a nuestra feminidad, buscáramos ese reconocimiento pero desde nuestras posibilidades, desde ese lugar que ellos no pueden ni podrán nunca ocupar. ¡Porque pantalones cualquiera, ¿pero faldas?

Y el mundo se me abre, la neblina masculina se disipa en el horizonte; nunca podré cambiar la forma en que ellos ven el mundo, no podré hacer mucho con las groserías a las que una se tiene que atener cuando decide mostrar que es mujer, y si he de ser honesta lo disfruto, soy yo la que aprende a vivir diferente, que puede y quiere salir sola a comer en un restaurante y pedir vino, la que va sola al teatro, la que abre la puerta del coche a su pareja, la que decide, la que usa herramientas pesadas, la que quiere regresar a altas horas de la noche sin temor a que la asalten, la agredan… soy yo la mujer que no existe, a la que no pueden agredir, soy la mujer que no es tu madre, hermana, hija o novia, soy la mujer ideal porque no se queja, porque es autosuficiente y no te necesita.

Yo no pude escribir un texto como el de “Un cuarto propio” de Virginia Woolf, no pude porque no quise, porque no creo en lo mismo y tampoco es que quiera narrar lo que como mientras escribo, retomo la situación cotidiana y expreso el malestar que me causa de la mejor forma que puedo, me gustaría, me encantaría creer que así como ella y muchas mujeres en el camino lograron que se nos permitiera el acceso a bibliotecas sin la necesidad de ir acompañadas de un hombre, será posible que podamos sentirnos cómodas y no temerosas por ser, decir y hacer lo que mejor nos parezca.

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